En busca de la santidad

Papa Francisco: Hay que tener en cuenta que la santidad no es algo que nos proporcionamos a nosotros mismos, que obtenemos con nuestras cualidades y nuestras habilidades. La santidad es un don, es el regalo que nos hace el Señor Jesús, cuando nos lleva con Él, nos cubre de Él y nos hace como Él... La santidad es el rostro más bello de la Iglesia: es descubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y su amor... no es la prerrogativa de unos pocos: la santidad es un don que se ofrece a todos, sin excepción, por eso es el carácter distintivo de cada cristiano.

domingo, 17 de mayo de 2015

EL QUINTO PUNTO CARDINAL por Francisco Marcos Martín

            
El Quinto Punto Cardinal



            El Padre Tomás Morales S.J. expresaba una forma de educar a los jóvenes presentando cuatro puntos cardinales: mística de exigencia, espíritu combativo, cultivo de la reflexión y escuela de la constancia. Y todo ello sazonado con un cariño a la Virgen.

            El que, sin duda, ha sido su más cercano colaborador, el laico Abelardo de Armas es el protagonista de lo que llamo “el Quinto Punto Cardinal”. Para orientarse, de día, se utilizan los puntos cardinales, pero por la noche los marineros miran al cielo y se orientan mirando las estrellas. Ese es el quinto punto cardinal, no está en la tierra, no es el Norte, ni el Sur, ni el Este ni el Oeste. Mira al cielo, está en lo alto, viene de lo alto. Los otros cuatro puntos cardinales nos guían de día, el quinto nos guía en la noche.

            Y el quinto punto cardinal,“mística de las miserias”, aunque también se podría llamar “mística del subir bajando”, “mística de las manos vacías” o “mística del pastorcico”.

1.      Mística de las miserias.

Abelardo nos dice que en la pobreza, en la miseria de una persona, se puede encontrar la grandeza, el amor de Dios. Pero es doctrina del Padre Tomás Morales, que en los ejercicios espirituales repetía que nos  teníamos que meter en el “plato de la nada”. Nos canta Abelardo: “Oh, mi Señor! En este mundo yo jamás tuve nada, pero estoy contento, estoy contento. ¡Oh mi Señor! En esta vida yo no quiero riqueza, quiero por la pobreza seguirte a ti.”

La pobreza, la miseria, el vacío, es el lugar que Dios puede rellenar con su amor infinito. Todos cabemos allí. Cuanto mayor sea ese vacío mayor será el lugar que Dios puede ocupar. Es una santidad del seguimiento al estilo de San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola y San Juan de la Cruz. El padre Morales fue siempre modelo de austeridad, nada quería para él; sus zapatos gastados, una única agenda, una única cartera de cuero; vivió pobre y murió pobre. Quiso que el voto de pobreza impregnara las obras apostólicas por él creadas.

Pobreza material enseñaba a todos y Abelardo lo entendió perfectamente. Pero pobreza como la de Jesús: “Yo le ví un día mientras dormía en pajas duras” Sin duda la meditación más bonito que recuerdo del Padre Morales y de Abelardo es la del Nacimiento, la del Niño en pajas duras, la del “se anonadó”.  ¿Hay algo más pobre en el género humano que un niño recién nacido en pajas duras? . Allí vió Abelardo un día a Jesús y, por eso, por sentirse como  Él, totalmente necesitado, quiere llenarse de miserias. Canta en otra canción: “Se hizo débil, pequeño y en tormento de cruz murió”. Debilidad, pequeñez, miseria, así se hizo Dios, así quería ser Abelardo. En el pesebre, en la cruz.

Y bendice a Dios: “Señor te bendigo por lo que me das, si nada me das también te bendigo, te sigo riendo si entre rosas vas, si vas entre zarzas y espinas te sigo”. Pero esta afirmación, de bendición, es nada más y nada menos que cumplir lo que tantas veces repitió cuando daba tandas de ejercicios espirituales: “El hombre es creado para alabar, dar reverencia y glorificar a Dios, y, mediante esto, salvar su alma”. Abelardo bendice a Dios siempre, le dé o no le dé nada a cambio. En el fondo, lo que está haciendo es repetir lo que predicaba. No importa pobreza, eso qué importa, lo que importa es bendecir a Dios. “Mis miserias y mi nada, y Tú pusiste tus llagas”. Sí, Abelardo sólo pone miserias y nada; pero Dios las llena de sus llagas.
Y Dios pone también sus manos que son “manos de Dios poderosas, manos que todo lo crean y en mi nada se recrean”. Es decir, que la grandeza de todo un Dios se recrea en la nada de una criatura. Misterio infinito de amor, del más puro amor, del más grande amor. Misterio insondable que muy pocos, como Abelardo, entienden.

2.      Mística del subir bajando.

Abelardo poseía unas cualidades innatas para las relaciones humanas. Habría triunfado en el mundo de la empresa. Era simpático, sabía contar chistes, tenía un sexto sentido para saber lo que la persona que tenía enfrente necesitaba, tenía un sentido común muy por encima del común de los sentidos. Tenía ese gracejo que se ganaba a todos. Y cofundó con el Padre Morales una gran obra, y, si no, al tiempo. Y dijo “hágase” a la llamada de Dios, como la Virgen. Y un día, su mística, en el sentido de que era un místico nos regaló la maravilla del “subir bajando”. “Subir bajando no es sueño, ni loca imaginación, es gloria de lo pequeño,…”

Se puede, en términos de la santidad, subir bajando. Bajarse a la nada y subirse a la cima del amor inmenso de Dios. Cuanto más bajo, en sí mismo, está el corazón de Abelardo, más alto es el amor que siente que Dios le tiene. Bajar peldaños de humildad es dejar que el ascensor de Dios nos ascienda a la cumbre de su amor. Bajar escaleras de pobreza es dejar que la escala del Niño Jesús nos suba junto a su Madre. Sí, este punto cardinal, el quinto, ahora lo entendemos mejor. Nos habla de las estrellas que guiñaban a Abelardo en Guadarrama y Gredos. ¿Quién no recuerda los ratos de oración ante una noche estrellada en Gredos? Quien eso ha vivido, quien eso ha sentido, quien eso ha predicado, como Abelardo, nunca jamás lo olvidará. Por eso, este punto cardinal habla como ninguno del cielo, del cielo de Gredos y de Guadarrama y, claro está, de ese Cielo al que más subimos cuando más bajamos.

3.      Mística de las manos vacías.

“Dios de mis manos vacías que de nada me creaste y eternamente me amaste, aún cuando yo no existía”. El que sólo tiene miserias: “… más el pago que te dí fueron mis manos vacías.” Encuentra que el amor de Dios no se rinde  y le colma de gracias “No por eso te rendiste, de más gracias me colmaste y nuevamente vacías las manos en mi encontraste”. Pero Dios insiste: “Mas tu amor que nunca acaba, nuevas gracias concedía y al fin te venciste Señor, pues en mis manos vacías puse tu propio dolor, mis miserias y mi nada”. Y se produce el milagro: “Manos así transformadas colmas todo de tu amor, yo no las tengo vacías, las ha llenado mi Dios”.

4.      Mística del pastorcico.

“Un pastorcico está penado, ajeno de placer y de contento”. Sí ese pastorcico que está sin alegría, “…llora de pensar que está olvidado, de su bella pastora con gran pena se deja maltratar en tierra ajena y el pecho del amor muy lastimado”
Es pobre, es miserable el pastorcico. Tiene pena.  Tiene las manos vacías. Llora. Ha bajado. Tiene ya el “pecho de amor muy lastimado”

Cuando Abelardo canta la canción del pastorcico, en el fondo, está cantando su mística. Es una canción que refleja toda su mística. La letra del pastorcico no es de Abelardo, es, nada más y nada menos que del mayor poeta místico español, de San Juan de la Cruz. Abelardo la canta, la siente, la vive, no puede menos que proclamar las letras del de Fontiveros: “Y al cabo de un gran tato se ha encumbrado, sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos y muerto se ha quedado asido dellos, el pecho de amor muy lastimado”.

La Estrella del Quinto Punto Cardinal.

El Quinto Punto Cardinal, el que está en el Cielo, al que se sube bajando, con las manos vacías, el del pastorcico sin amor tiene un Estrella. “Quisiera preguntarte Madre mia, por qué proteges tanto al alma mía. Quisiera comprender que tiene tu querer que en Ti se hace tan dulce el padecer”. Y Abelardo encuentra la respuesta a su pregunta: “Respondes que eres Madre, y tu ternura te lleva a amar tus hijos con locura. Que áquel que acude a ti le das tu Corazón, y en Él haya refugio y protección”. Y acaba, Abelardo: “Contigo, sólo Cristo es mi Señor”
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Tú, que has leido estas letras, ¿estás dispuesto a dejar tus manos vacías para que las llene Dios? Le pido a Dios, por mediación de su Madre, que seamos capaces de hacerlo. Como Abelardo. Ese es nuestro Quinto Punto Cardinal, pienso que el Padre Tomás Morales está de acuerdo con Abelardo. En el fondo es suyo, Abelardo (ayudándose de San Juan de la Cruz) lo que hizo fue ponerle… letra y música.

AMGD--- CLMTA-- FRANCISCO MARCOS MARTIN
Universidad Politecnica de Madrid






http://vimeo.com/user4214346/videos

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Fuente: http://abelardodearmas.blogspot.com/