En busca de la santidad

Papa Francisco: Hay que tener en cuenta que la santidad no es algo que nos proporcionamos a nosotros mismos, que obtenemos con nuestras cualidades y nuestras habilidades. La santidad es un don, es el regalo que nos hace el Señor Jesús, cuando nos lleva con Él, nos cubre de Él y nos hace como Él... La santidad es el rostro más bello de la Iglesia: es descubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y su amor... no es la prerrogativa de unos pocos: la santidad es un don que se ofrece a todos, sin excepción, por eso es el carácter distintivo de cada cristiano.

domingo, 20 de enero de 2013

Transmitir la fe es facilitar que nuestros hijos tengan una relación con Jesucristo.




Querido amigo, te ofrezco una reflexión personal sobre la pastoral que hemos realizado a lo largo de algunos años, no muchos, pero los suficientes para ofrecernos una perspectiva adecuada, una visión de conjunto sobre las diferentes formas de evangelizar y transmitir la fe en la familia. Son observaciones basadas en mi propia experiencia con sus errores y sus aciertos. El objetivo de exponerlos hoy aquí es que no cometamos los mismos errores y que practiquemos los aciertos. 


Corriendo el riesgo de parecer excesivamente esquemático pero con clara intención didáctica te expongo dos formas de evangelizar y de transmitir la fe en la familia. A la primera la voy a llamar “lo que le dejamos hacer a Él”. Y la segunda la llamaré “lo que nosotros hacemos”. 

Es verdad que no son dos formas contrarias de evangelizar y que, en muchas ocasiones, aparecen unidas y tal vez deba ser así. El error es dar por supuesto la primera y basarnos sólo en la segunda. Y éste ha sido el gran error: silenciar “lo que le dejamos hacer a Él” y centrarnos sólo en “lo que nosotros hacemos”. 

Hemos puesto nuestra confianza en lo que nosotros hacemos con toda buena intención. Así hemos desarrollado “eficaces” estudios sociológicos de lo que supone la familia en la sociedad. Hemos hecho análisis de cómo la sociedad actual ofrece oportunidades y dificultades para la transmisión de la fe. Hemos profundizado y difundido la importancia de los valores en la convivencia familiar para poder transmitir la fe. Hemos hablado de amor, de comunicación, diálogo, solidaridad, generosidad, en definitiva de las “condiciones básicas que se deben dar en el hogar para la transmisión de la fe”. Hemos hablado de valores. Tal vez te estés preguntando: ¿y dónde está el problema?. Bien, esa es una buena pregunta pues a nadie le hace daño equiparse de una buena remesa de valores humanos. Efectivamente puede ser una buena base, pero no es la Base. La Base y el fundamento está en Jesucristo y lo que Él hace como Él quiere, a veces a través de nosotros, por medio de nuestras acciones, de nuestras reflexiones y de nuestros valores. 
El error es silenciar o desfigurar la Base y el Fundamento en toda evangelización. Y ¿cómo la silenciamos o desfiguramos?. La silenciamos cuando evitamos incluso hablar de fe y sustituimos la fe directamente por valores. Y la desfiguramos cuando mezclamos “fe y valores” como si fueran una misma realidad. Así en algunos textos podemos encontrar expresiones como: “la acogida de la fe y la educación en los valores”, “experiencia religiosa y de valores”, “captar valores morales, conductas”, “Es inútil hablar de la vivencia de la fe en la familia si no se dan en el hogar unas condiciones básicas, unos valores”. 

El concepto de fe no entra en la categoría de los valores, sino de lo sagrado, de lo sobrenatural, de la acción de la Gracia en nosotros, de lo que Dios hace en nosotros. Una fe entendida como “valor” nos habla de una forma de comportarse “comprometida y exigente”, nos habla de un conjunto de valores que viven los seguidores del mensaje de Jesús. Y, claro, así se entiende a Jesús como un personaje de hace más de 2000 años digno de imitar y de seguir sus enseñanzas, pero no una persona con la que me puedo encontrar y con la que puedo tener una relación; hoy aquí y ahora, en presente. Con esta pastoral tipo valores podremos conseguir como mucho que nuestros hijos sean buenas personas, pero no creyentes. La fe no es un estilo de vida fruto del esfuerzo de nuestras facultades y valores. La fe (y nos lo recuerdo Benedicto XVI continuamente) es una relación de amistad con Jesucristo que transforma nuestra vida y nos permite vivir de una determinada manera, según un nuevo estilo de vida. También lo dice San Pablo en su 1ª carta a los Corintios capitulo 2, versículos 1 al 6). 

En una pastoral que identifica fe-valores podemos encontrar algunas recomendaciones erróneas. Por ejemplo que “no se trata recuperar el aspecto sacro que ofrecían los hogares hace unos años (imagen del Sagrado Corazón, Última Cena, Oración del huerto, Ángel de la Guarda, crucifijos en cada habitación, aguabenditeras…)” y sin embargo son muy necesarios como expresión de que se le deja a Dios un sitio preferencial en la casa y que ese sitio puede ser el lugar que se utiliza para la oración personas, matrimonial y en familia Un rincón de oración. 

Para una pastoral que identifica fe-valores “el objetivo de la fe es que los hijos entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo, aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio”. Pues hay que decir bien claro que no, que ese no es el camino, que el objetivo de la fe es descubrir que Dios existe y me quiere, que se ha hecho hombre para mi salvación, que me puedo relacionar con Él y que Él es capaz de transformar mi vida y hacer que mi vida sea de una determinada manera. Él es el que hace que mi vida sea responsable y coherente, no mis valores. Él es que el que hace que yo viva de manera sana y positiva el Evangelio, no mi esfuerzo. 

En una pastoral fe-valores es corriente encontrar que se contraponen conceptos que nos son opuestos. Pongamos un ejemplo: hace muy poco leía en un texto que “la transmisión de la fe exige todo un estilo de educar hoy en la fe donde lo importante es transmitir una experiencia religiosa más que doctrina; enseñar a vivir valores cristianos más que el sometimiento a normas; desarrollar la responsabilidad personal más que imponer costumbres; introducir en la comunidad cristiana más que desarrollar el individualismo religioso; cultivar la adhesión confiada a Jesucristo más que resolver con exactitud todas y cada una de las dudas”. ¿Te das cuenta? Contraponen conceptos como si fueran opuestos: experiencia religiosa/doctrina, valores/normas, responsabilidad/costumbres, comunidad/individualismo, adhesión a Jesucristo/resolución de dudas. Y sin embargo de la experiencia religiosa del encuentro con Cristo se deriva una doctrina, que es la de Jesucristo y que el Magisterio de la Iglesia conserva y transmite de forma auténtica. Normas y valores son expresiones que se refieren a un mismo concepto: comportarse de una determinada manera en función de unos valores o normas. Desarrollamos la responsabilidad personal si tenemos la costumbre de asistir a Misa, si tenemos la costumbre de confesarnos, en definitiva si tenemos una serie de costumbres o hábitos. Nos introducimos en una comunidad desde nuestra manera de ser, desde nuestra individualidad podríamos decir. Y la adhesión a Jesucristo nos lleva a resolver nuestras dudas, porque Jesucristo es el Camino la Verdad y la Vida. 

Lo que sí son conceptos distintos son fe y valores. Los valores son lo que con nuestro esfuerzo conseguimos, somos nosotros el motor y fuente de un comportamiento fruto de la propia reflexión. Los valores son fruto de una opción personal, fruto de nuestro deseo o del voluntarismo. La fe “es más bien un encuentro vital, personal, con el Señor Resucitado. Este encuentro es lo que produce en nosotros el cambio de vida que San Pablo denominaba morir y resucitar con Cristo”. Benedicto XVI nos saca de dudas: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". Esta ya no es una pastoral de lo que nosotros hacemos, sino de lo que le dejamos hacer a Él. 
La fe, tal como nos recuerda Benedicto XVI continuamente, es una relación de amistad con Jesucristo que transforma nuestra vida y nos permite vivir de una determinada manera, según un nuevo estilo de vida. 

Por lo tanto, transmitir la fe es facilitar que nuestros hijos tengan esa relación con Jesucristo. Es “sólo” presentarles a Jesucristo porque el resto lo hará Él. Así descubrirán, como nosotros, que la vivencia de la fe no es lo que nosotros hacemos u ofrecemos a Dios, sino lo que Dios ha hecho, hace y hará en nosotros y a través nuestro. Esta idea es la fundamental en la transmisión de la fe. Entonces transmitir la fe es iniciar a nuestros hijos en esta relación. Y cuáles son los lugares privilegiados para esa relación. Digamos algunos: 

- Eucaristía. Lugar privilegiado para recibir la gracia de Dios, para entablar esa relación de amistad con Él, para dejar que Él haga. El domingo ha de ser el día de fiesta que llene toda la jornada. Celebrar el domingo es también decirle a nuestros hijos que la Misa tiene valor en sí misma, que no es lo que nosotros hacemos sino lo que Dios hace en nosotros. En la Misa se produce el gran milagro de la presencia de Dios en la Eucaristía. Si ellos nos ven ir con alegría, seguir los ritos, arrodillarnos en el momento de la consagración, … y después explicarles por qué lo hacemos o para qué lo hacemos. No es suficiente el ejemplo, hay que hablarles y contarles con alegría y gozo por qué es tan importante para nosotros la Misa. “Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido a todos los que son sus discípulos” (PF, 3). 

- Confesión. Lugar privilegiado para recibir la gracia de Dios, para entablar esa relación de amistad con Él, para escuchar a Dios. En la confesión Dios nos da su perdón, nos reconcilia también con notros mismos, nos permite conocernos más y mejor, y nos va configurando con Cristo. 

- Caridad. Cuando descubrimos que Cristo está presente en los más necesitados nuestra ayuda solidaria es algo más que un compromiso ético. Es lugar de encuentro con Dios, es tener la posibilidad de ser instrumento del amor de Dios para con las personas necesitadas. Iniciar a nuestros hijos en la participación y colaboración con Cáritas, Proyecto David, atención a ancianos, inmigrantes, … es iniciarles también en este privilegiado medio de encuentro con Dios, porque hay que decirle bien claro que es Dios mismo el que actúa a través de ellos cuando están ayudando a un necesitado. “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente” (PF, 14). 

- Palabra de Dios que es también encuentro, es vida, es experiencia. Al iniciarles en la lectura la Palabra de Dios le estamos enseñando a buscar buscando lo que Dios le está diciendo en ese momento. Es invitarles a que tengan la costumbre de leer el Evangelio todos los días y a preguntarse ¿qué quiere hoy el Señor de mí?. Por lo tanto leer la Biblia no es fundamentalmente una tarea intelectual como si todos tuviéramos que ser teólogos aunque es bueno tener algunas nociones para entenderla y para dar razón de ella a quien la pida . 

- Oración. Este es el gran secreto, la oración personal, privada, en silencio y a solas con Él. Debemos invitar a nuestros hijos a que hablen con Jesucristo, que le cuenten sus inquietudes, dificultades, ilusiones, … que aprendan a escuchar a Dios, que le dejen un hueco en sus vidas, que Dios sea el centro de sus vidas. Pronto descubrir que Dios escucha y que Dios habla. Y Dios les hablará y les mostrará su camino para ser santos, para ser felices, porque sólo cumpliendo la voluntad de Dios se encuentra la felicidad, porque cumplir la voluntad de Dios es realizar el proyecto que Dios soñó para cada uno nosotros. 

- En comunidad pequeños grupos. “Seguir a Jesús es caminar con Él en la comunión de la Iglesia; no se puede seguir a Cristo en solitario”[11]. Cuando son pequeños nuestros hijos participan con nosotros en la vida comunitaria de un pequeño grupo de familias vinculado a una Parroquia. Son grupos de familias que rezan juntas, que se forman juntas y que se comprometen en alguna actividad parroquial o diocesana. Cuando van creciendo les vamos animando a participar en grupos juveniles católicos donde viva su fe con sus amigos. 

Así podríamos seguir diciendo lugares, formas y modos de transmitir la fe en nuestras familias; es decir podemos seguir diciendo lugares, formas y modos de posibilitar que nuestros hijos se encuentren con Jesucristo y se dejen transformar por Él. 

Antonio Manuel Sánchez Sánchez 

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Fuente: http://abelardodearmas.blogspot.com/