La
fe cristiana no es sólo una doctrina, una sabiduría, un conjunto de normas
morales, una tradición. La fe cristiana es un encuentro real, una relación con Jesucristo.
Transmitir
la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesús se realice.
El objetivo de
toda evangelización es la realización de este encuentro, al
mismo tiempo íntimo y personal, público y comunitario.
Como
ha afirmado el Papa Benedicto XVI «No se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva. [...]
, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn4,10), ahora el
amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el
cual viene a nuestro encuentro».
Este
encuentro con Jesús, gracias a su Espíritu, es el gran don del Padre a los
hombres. Es un encuentro al cual nos prepara la acción de su gracia en
nosotros. Es un encuentro en el cual nos sentimos atraídos, y que mientras nos
atrae nos transfigura, introduciéndonos en dimensiones nuevas de nuestra identidad,
haciéndonos partícipes de la vida divina (cf. 2 P 1,4).
Es
un encuentro que no deja nada como era antes, sino que asume la forma de la “metanoia”,
de la conversión, como Jesús mismo pide con fuerza (cf. Mc 1,15). La fe como
encuentro con la persona de Cristo tiene la forma de la relación con Él, de la
memoria de Él, en particular en la Eucaristía y en la Palabra de Dios, y crea
en nosotros la mentalidad de Cristo, en la gracia del Espíritu; una
mentalidad que nos hace reconocer hermanos, congregados por el Espíritu en su
Iglesia, para ser a nuestra vez testigos y anunciadores de este Evangelio. Es un encuentro
que nos hace capaces de hacer cosas nuevas y de dar testimonio.
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