
Solamente en el silencio se puede vivir, pero no en el silencio de palabras y de obras…, no; es otra cosa muy difícil de explicar… Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer… Sólo Dios allá adentro, muy calladito…, esperando, esperando, no sé…, es muy bueno el Señor.
Pobre alma que sufres…, ¿buscas descanso? En nada ni nadie lo hallarás… Cállate un poquito, busca un sitio de tu alma, muy oculto, muy silencioso, y en él pon un poco de amor a Jesús…, y ya verás; ni penas ni alegrías turbarán tu paz, y aun la espera se hará dulce… ¡Jesús en tu alma!, ¡qué he de decir yo, pobre criatura! ¿Por qué he de perderme en vanas palabras, que nada pueden decir?
¡Qué pretensión la mía al querer hablarte de Él! Y, sin embargo, la tinta no se me acaba y el papel me parece estrecho y pequeño; fluyen inmensos deseos de llenar el alma de mis hermanos de paz, de amor a Dios, de alegría; de gritar hasta enloquecer, las maravillas que encierra la humilde entrega de todo en sus manos, la dulzura de un amor sin gritos, de un amor que espera; no sé, es mucho lo que deseo, para poderlo explicar.
Todo, todo se arregla mirando a Jesús. Todo, todo se ha de acabar menos eso…, eso que no sé decir…