Querido amigo, te encontrarás con algunas personas –incluso sacerdotes- que te dirá con toda su buena intención que no están de acuerdo del todo con eso de que la oración es lo más importante. Después tratarán de matizar la idea para al final remarcar que lo importante es la formación para la acción, para que “seamos creíbles a los que nos ven”. En el fondo están poniendo la confianza en las cualidades humanas adquiridas con nuestro esfuerzo, en los conocimientos teológicos o de pastoral. En definitiva, esa idea más o menos consciente es consecuencia de creer que la conversión, el cambio del corazón y de mentalidad es fruto de un proceso formativo bien diseñado por los “especialistas” correspondientes.
Por
eso es necesario destacar hoy también como en toda la historia de la Iglesia que
el cambio, la conversión, no la hacemos
nosotros porque Jesús nos haya seducido, sino que la hace Él en nosotros,
si le dejamos. Jesús no es un personaje fabuloso del pasado cuya vida nos
cautiva y sus fantásticas enseñanzas nos hacen seguirle. Jesucristo Resucitado
es contemporáneo nuestro que sale a nuestro encuentro para salvarnos, para
transformarnos, para convertirnos, para ser testigos creíbles del amor
misericordioso de Dios en medio del mundo. Jesucristo
no quiere que seamos especialistas en su vida ni en su mensaje, Él quiere que seamos
otro Cristo encarnando así su mensaje para el mundo de hoy. Esto sólo es
posible por medio de la gracia, por eso la primacía en la evangelización la
tiene la gracia. Por eso lo más
importante es la oración, los Sacramentos, la vida interior.
Evangelizamos, no por lo que decimos o
hacemos, sino por lo que somos.
Evangelizaremos si somos otro Cristo. Por eso toda pastoral debe dar prioridad
a la vida espiritual, a los Sacramentos, a la oración personal y comunitaria,
para poder respetar este principio esencial: la primacía de la gracia.
Qué gran peligro el creernos “personitas”
protagonistas de la acción evangelizadora de la Iglesia. Muy pronto empezaremos a ceder tiempo de la oración
para “hacer” cosas o para “tener formación”. Sin darnos cuenta nos iremos dando
más importancia a nosotros mismos, a nuestras estrategias y métodos que al
mismo Cristo. Y terminamos por servir a las estructuras, a los métodos, a las
dinámicas de grupos, a las encuestas, a las nuevas tecnologías y nos olvidamos
que nuestro servicio tienen que ser a
las personas que están esperando que alguien les presente a Cristo para que
se encuentro con Él y descubra que Dios tiene un plan desde toda la eternidad
para hacerle feliz.
Cuando
entras en la dinámica de la verdadera conversión ya no te mueve al apostolado
un compromiso adquirido libremente porque eres una “personita concienciada con
una noble causa”, sino el mismo Dios que con su gracia hace posible tu nueva vida de relación íntima con Él.
Por
eso querido amigo que no te falte cada
mañana la oración a solas con Él, para que prolongándola durante toda la
jornada no te falte la Luz para iluminar el día. Esta es, además, la única
manera de ver que tus proyectos pastorales van dando fruto en extensión y en profundidad porque,
poniendo en Él la confianza, haces como San Pedro: “En tu palabra, echaré la
redes”.
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