Al final de mi vida me quedo con una
sola cosa: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón". Con estas palabras termina la aventura de su
joven vida aquella maestra de almas, Santa Teresa del Niño Jesús. La aspiración de su vida era aprender la
humildad de Cristo. Su ser Niño en brazos de su Padre. El saberse tan
amado que no tenía nada que defender, tan libre que podía entregarlo todo.
Sólo
un hombre verdaderamente libre es capaz de perdonar, de mirar al que te está
haciendo daño y pedir por él. Padre
perdónales porque no saben lo que hacen. Jesús es capaz de percibir en su
alma el cáncer que les corroe, el odio. La humildad de Cristo no consiste en
dejarse pisar sin más, en ser tontos. todo lo contrario. El que se sale a tiempo de la espiral de la
violencia no es precisamente un iluso sino un sabio. Esto es lo que deseo
para ti y para mi.
Amad a quienes os hacen el mal es decir
hacedles el bien y orad por ellos. Lo
sé, no eres capaz. Yo tampoco. Y cuando lo intentas los sentimientos no te
dejan "amar". Y es que la
humildad de Cristo es una obra del Espíritu Santo en ti. Sólo si El lo hace
tú podrás. Pero Él quiere hacerlo; empuja desde dentro de ti para hacerlo; sólo
necesita tu permiso, que te fíes, que se lo pidas. No cambiará tu forma de
sentir pero sí de actuar.
El
amor no es un sentimiento es una decisión de hacer el bien. No tengas miedo a sufrir. No pierde la vida quien
sufre sino quien no ama. El fruto del Espíritu es el amor y el del amor la Paz.
Una paz que el mundo no te puede dar, una
paz en la inquietud pero que es auténtica. Y encontraréis vuestro
descanso termina el Maestro su enseñanza. El tsunami de odio, violencia,
rencor, venganza,... han encontrado un dique: la Cruz de Cristo, y en la tierra
fértil que queda a sus pies se puede construir de nuevo la vida...una ciudad
donde los hombres puedan habitar en paz. Las obras ya han comenzado...
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