Querido amigo, te ofrezco una reflexión personal sobre la pastoral que hemos realizado a lo largo de algunos años, no muchos, pero los suficientes para ofrecernos una perspectiva adecuada, una visión de conjunto sobre las diferentes formas de evangelizar y transmitir la fe en la familia. Son observaciones basadas en mi propia experiencia con sus errores y sus aciertos. El objetivo de exponerlos hoy aquí es que no cometamos los mismos errores y que practiquemos los aciertos.
Corriendo el riesgo de parecer excesivamente esquemático pero con clara intención didáctica te expongo dos formas de evangelizar y de transmitir la fe en la familia. A la primera la voy a llamar “lo que le dejamos hacer a Él”. Y la segunda la llamaré “lo que nosotros hacemos”.
Es verdad que no son dos formas contrarias de evangelizar y que, en muchas ocasiones, aparecen unidas y tal vez deba ser así. El error es dar por supuesto la primera y basarnos sólo en la segunda. Y éste ha sido el gran error: silenciar “lo que le dejamos hacer a Él” y centrarnos sólo en “lo que nosotros hacemos”.
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El error es silenciar o desfigurar la Base y el Fundamento en toda evangelización. Y ¿cómo la silenciamos o desfiguramos?. La silenciamos cuando evitamos incluso hablar de fe y sustituimos la fe directamente por valores. Y la desfiguramos cuando mezclamos “fe y valores” como si fueran una misma realidad. Así en algunos textos podemos encontrar expresiones como: “la acogida de la fe y la educación en los valores”, “experiencia religiosa y de valores”, “captar valores morales, conductas”, “Es inútil hablar de la vivencia de la fe en la familia si no se dan en el hogar unas condiciones básicas, unos valores”.
El concepto de fe no entra en la categoría de los valores, sino de lo sagrado, de lo sobrenatural, de la acción de la Gracia en nosotros, de lo que Dios hace en nosotros. Una fe entendida como “valor” nos habla de una forma de comportarse “comprometida y exigente”, nos habla de un conjunto de valores que viven los seguidores del mensaje de Jesús. Y, claro, así se entiende a Jesús como un personaje de hace más de 2000 años digno de imitar y de seguir sus enseñanzas, pero no una persona con la que me puedo encontrar y con la que puedo tener una relación; hoy aquí y ahora, en presente. Con esta pastoral tipo valores podremos conseguir como mucho que nuestros hijos sean buenas personas, pero no creyentes. La fe no es un estilo de vida fruto del esfuerzo de nuestras facultades y valores. La fe (y nos lo recuerdo Benedicto XVI continuamente) es una relación de amistad con Jesucristo que transforma nuestra vida y nos permite vivir de una determinada manera, según un nuevo estilo de vida. También lo dice San Pablo en su 1ª carta a los Corintios capitulo 2, versículos 1 al 6).
En una pastoral que identifica fe-valores podemos encontrar algunas recomendaciones erróneas. Por ejemplo que “no se trata recuperar el aspecto sacro que ofrecían los hogares hace unos años (imagen del Sagrado Corazón, Última Cena, Oración del huerto, Ángel de la Guarda, crucifijos en cada habitación, aguabenditeras…)” y sin embargo son muy necesarios como expresión de que se le deja a Dios un sitio preferencial en la casa y que ese sitio puede ser el lugar que se utiliza para la oración personas, matrimonial y en familia Un rincón de oración.
Para una pastoral que identifica fe-valores “el objetivo de la fe es que los hijos entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo, aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio”. Pues hay que decir bien claro que no, que ese no es el camino, que el objetivo de la fe es descubrir que Dios existe y me quiere, que se ha hecho hombre para mi salvación, que me puedo relacionar con Él y que Él es capaz de transformar mi vida y hacer que mi vida sea de una determinada manera. Él es el que hace que mi vida sea responsable y coherente, no mis valores. Él es que el que hace que yo viva de manera sana y positiva el Evangelio, no mi esfuerzo.
Lo que sí son conceptos distintos son fe y valores. Los valores son lo que con nuestro esfuerzo conseguimos, somos nosotros el motor y fuente de un comportamiento fruto de la propia reflexión. Los valores son fruto de una opción personal, fruto de nuestro deseo o del voluntarismo. La fe “es más bien un encuentro vital, personal, con el Señor Resucitado. Este encuentro es lo que produce en nosotros el cambio de vida que San Pablo denominaba morir y resucitar con Cristo”. Benedicto XVI nos saca de dudas: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". Esta ya no es una pastoral de lo que nosotros hacemos, sino de lo que le dejamos hacer a Él.
La fe, tal como nos recuerda Benedicto XVI continuamente, es una relación de amistad con Jesucristo que transforma nuestra vida y nos permite vivir de una determinada manera, según un nuevo estilo de vida.
Por lo tanto, transmitir la fe es facilitar que nuestros hijos tengan esa relación con Jesucristo. Es “sólo” presentarles a Jesucristo porque el resto lo hará Él. Así descubrirán, como nosotros, que la vivencia de la fe no es lo que nosotros hacemos u ofrecemos a Dios, sino lo que Dios ha hecho, hace y hará en nosotros y a través nuestro. Esta idea es la fundamental en la transmisión de la fe. Entonces transmitir la fe es iniciar a nuestros hijos en esta relación. Y cuáles son los lugares privilegiados para esa relación. Digamos algunos:
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- Confesión. Lugar privilegiado para recibir la gracia de Dios, para entablar esa relación de amistad con Él, para escuchar a Dios. En la confesión Dios nos da su perdón, nos reconcilia también con notros mismos, nos permite conocernos más y mejor, y nos va configurando con Cristo.
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Así podríamos seguir diciendo lugares, formas y modos de transmitir la fe en nuestras familias; es decir podemos seguir diciendo lugares, formas y modos de posibilitar que nuestros hijos se encuentren con Jesucristo y se dejen transformar por Él.
Antonio Manuel Sánchez Sánchez
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