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1. La urgencia de una nueva evangelización
Al concluir la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Medio Oriente, el Papa Benedicto XVI ha puesto claramente el tema de la nueva evangelización en el primer puesto en la agenda de nuestra Iglesia. «Se ha evocado muchas veces la urgente necesidad de una nueva evangelización también para Oriente Medio. Se trata de un tema muy extendido, sobre todo en los países de antigua cristianización. También la reciente creación del Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización responde a esta profunda exigencia. Por eso, después de haber consultado al Episcopado de todo el mundo y después de haber escuchado al Consejo ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los obispos, he decidido dedicar la próxima Asamblea General Ordinaria, en 2012, al siguiente tema: Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam, La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana».[1]
Como él mismo lo recuerda, la decisión de dedicar esta Asamblea al tema de la nueva evangelización ha de leerse en el contexto de un plan unitario, que tiene como sus recientes etapas la creación de un dicasterio ad hoc[2] y la publicación de la Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini;[3] un plan que está fundado en el empeño de una renovada acción evangelizadora, que ha animado el magisterio y el ministerio apostólico del Papa Pablo VI y del Papa Juan Pablo II. Desde el Concilio Vaticano II hasta el presente, la nueva evangelización ha sido siempre presentada, cada vez con más claridad, como el instrumento gracias al cual es posible enfrentar a los desafíos de un mundo en acelerada transformación, y como el camino para vivir el don de ser congregados por el Espíritu Santo para realizar la experiencia del Dios, que es para nosotros Padre, dando testimonio y proclamando a todos la Buena Noticia –el Evangelio– de Jesucristo.
Como él mismo lo recuerda, la decisión de dedicar esta Asamblea al tema de la nueva evangelización ha de leerse en el contexto de un plan unitario, que tiene como sus recientes etapas la creación de un dicasterio ad hoc[2] y la publicación de la Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini;[3] un plan que está fundado en el empeño de una renovada acción evangelizadora, que ha animado el magisterio y el ministerio apostólico del Papa Pablo VI y del Papa Juan Pablo II. Desde el Concilio Vaticano II hasta el presente, la nueva evangelización ha sido siempre presentada, cada vez con más claridad, como el instrumento gracias al cual es posible enfrentar a los desafíos de un mundo en acelerada transformación, y como el camino para vivir el don de ser congregados por el Espíritu Santo para realizar la experiencia del Dios, que es para nosotros Padre, dando testimonio y proclamando a todos la Buena Noticia –el Evangelio– de Jesucristo.
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