jueves, 16 de abril de 2015

COMPRENDER A CRISTO ES COMPRENDER A LA IGLESIA


Es muy importante comprender bien  a Cristo y a su Iglesia para que la vida cristiana no se debilite. La gran diversidad de opiniones y de equivocaciones sobre la Iglesia dificulta la evangelización. La Iglesia es Madre y mira por cada uno de sus hijos.

En más de una ocasión una mirada casi obsesiva por problemáticas puntuales hace que perdamos la visión de conjunto. En otras ocasiones cometemos el error de pensar  en la Iglesia en términos de eficacia y tratamos de demostrar para qué sirve. Y lo más peligroso es pensar que la Iglesia es nuestra, que la hacemos entre todos, donde todos opinamos qué clase de Iglesia queremos.

Debemos tener meridianamente clara que la Iglesia es de Dios, no es nuestra, es suya. La Iglesia no es el conjunto de unos “socios” que se rigen según unas normas y de unas ideas. Por medio de la Iglesia Cristo está vivo, entre nosotros, real, que hace posible la fraternidad. La Iglesia ha nacido del corazón abierto de Cristo, no es una asociación ni un club, es una realidad espiritual. Por eso todo encuentro auténtico con Cristo es también encuentro con la Iglesia. Es la Iglesia en su totalidad la que salva al hombre, no un mero grupo de amigos que forman una “comunidad”. Salva Cristo muerto en la cruz y resucitado, salva la Iglesia como realidad espiritual. Dios se hace hombre para que el hombre –todos nosotros- se encuentre con Dios y nos propone un camino directo: La Iglesia de Cristo.

La Iglesia es santa y es Madre, en la Iglesia y desde la Iglesia, Cristo cuida de ti. En la Iglesia entramos en el ámbito de la salvación que nos pone al servicio del  Señor que es Camino, Verdad y Vida. Habrás oído decir que “la Iglesia es santa y pecadora”, pero no es cierto ya que los pecadores somos nosotros, la Iglesia es santa y sólo santa.

Aunque formes parte de algún grupo cristiano la auténtica comunidad cristiana es la Iglesia que es la que realmente nos salva. La Iglesia es comunidad de comunión, de libertad, de amor y de verdad. No podemos convertirla en el ámbito de ninguna ideología que gira siempre entrono a una idea y la Iglesia gira entorno a Cristo. Cuando lo importante son las “ideas” pronto desemboca en el relativismo que nace de no soportar  que haya referencias absolutas por encima de nosotros. La soberbia siempre desemboca en el relativismo. La razón, que es también muy importante para creer, necesita ser salvada por la fe. El hombre, sus facultades y potencialidades, es comprensible gracias a Cristo y a la fe cuando se vive en el ámbito de la Iglesia.

Si la Iglesia nace del corazón abierto de Cristo, el centro es “la fracción del pan”, la Eucaristía. La Eucaristía, fuente y culmen de toda vida cristiana tiene mucho que ver con la vida apostólica y con el seguimiento de Cristo. La mera vida de fraternidad no basta porque se basaría en un simple humanismo laico; es necesario que fraternidad o comunidad y Eucaristía vayan unidas. Desde una simple fraternidad lo que ofrecemos son nuestras habilidades, valores y cualidades para hacer el bien a los demás y vivir la ayuda mutua. Gracias a la Comunión Eucarística ofrecemos nuestras vidas como hostias puras, agradables a Dios; y esto sólo es posible por la intervención de Cristo y de su Iglesia en cada uno de nosotros.  No salva la mera “fraternidad” ni la “simple comunidad” como conjunto de personas que se ayudan mutuamente, sólo salva la Iglesia como comunidad fundada por Cristo a la que somos incorporados por el Bautismo.

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