PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN

 

PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN

PARA ESTA MEDITACIÓN OS PROPONGO QUE NOS METAMOS DENTRO DE LA ESCENA DONDE CRISTO, DESFIGURADO, YA ESTÁ CLAVADO EN LA CRUZ. NOS COLOCAMOS EN UN LUGAR DESDE DONDE LE VEAMOS BIEN A ÉL Y TODO EL ENTORNO: LA GRAN CRUZ, LOS SOLDADOS QUE LE ACABAN DE TRASPASAR LAS MUÑECAS Y LOS PIES, ESA GENTE QUE LE GRITA Y LE INSULTA. Y MARÍA QUE ESTÁ JUNTO A LA CRUZ, ACOMPAÑADA EN SU DOLOR DE MADRE POR SU AGONIZANTE HIJO. Y NOSOTROS CONTEMPLAMOS COMO DE PRONTO JESUCRISTO NOS DIRIGE SU MIRADA CLAMANDO A DIOS PADRE: “PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”.

Y CON ESA MIRADA NOS ESTÁ DICIENDO MUCHAS COSAS: QUE TODO ESE SUFRIMIENTO ES POR CADA UNO DE NOSOTROS, ES POR NUESTRA SALVACIÓN, ES POR EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS. Y CON ESA MIRADA NOS ESTÁ OFRECIENDO SU PERDÓN Y NOS INVITA A RECIBIR EN EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA, ESA MIRADA DE AMOR QUE PERDONA Y CURA NUESTROS PECADOS.

TAMBIÉN NOS DICE QUE HAY MUCHA GENTE QUE NO LE CONOCE, QUE “NO SABEN LO QUE HACEN”, PORQUE NADIE LES HA HABLADO DE LA SALVACIÓN. Y, POR ESO, YA DESDE LA CRUZ NOS ENVÍA A EVANGELIZAR PARA QUE JESUCRISTO SEA CONOCIDO, SEA AMADO Y SEA SEGUIDO.

CUANDO NOS ALEJAMOS DE ÉL, NOSOTROS TAMBIÉN SOMOS DE LOS QUE “NO SABEN LO QUE HACEN”. POR ESO ES TAN IMPORTANTE EL ENCUENTRO COTIDIANO CON LA PRESENCIA DE CRISTO EN LA ORACIÓN Y EN LOS SACRAMENTOS, ESPECIALMENTE EN LA EUCARISTÍA Y EN LA CONFESIÓN.

AL MISMO TIEMPO NOS ESTÁ ENSEÑANDO A MIRAR A LOS DEMÁS, A PERDONAR, A NO JUZGAR, A TRATAR A LOS DEMÁS CON MISERICORDIA Y CON EL AMOR DE DIOS. Y QUE ESTO SÓLO ES POSIBLE SI, COMO SAN PABLO, PODEMOS DECIR: “YA NO SOY YO, SINO CRISTO QUIEN VIVEN EN MÍ.

CADA UNO DE NOSOTROS COLOCADOS DENTRO DE ESA ESCENA, FRENTE A LA CRUZ, TENDREMOS YA AHORA MISMO ALGUNOS PENSAMIENTOS, SENTIMIENTOS, INQUIETUDES Y TAL VEZ ANGUSTIAS. ¿QUÉ HACER PARA MITIGAR EL DOLOR DE CRISTO? ¿QUÉ HACER PARA MOSTRAR A LOS DEMÁS EL CAMINO DE LA SALVACIÓN? ¿QUÉ HACER PARA NO VOLVER A OFENDERLE? ¿QUÉ HACER PARA NO VOLVER A PECAR? ¿QUÉ HACER PARA MITIGAR NUESTRO PROPIO DOLOR? Y BUSCANDO RESPUESTAS, CASI SIN DARNOS CUENTA, VEMOS A LA VIRGEN MARÍA QUE, CON EL ROSTRO LLENO DE DOLOR, NOS DIRIGE UNA DULCE MIRADA CON LA QUE NOS VUELVE A DECIR: QUERIDÍSIMOS HIJOS MÍOS “HACED LO QUE ÉL OS DIGA”.