Evangelizar requiere hacer un análisis
de todo el proceso de evangelización incluyendo los “resultados” teniendo en
cuenta que no se deben cifrar en términos de “eficacia” sino de “fecundidad”; y
ésta es difícil de identificar sobre todo cuando en ámbito de la evangelizador
los “fracasos” siempre son aparentes.
Pero sí será necesaria una visión
realista y sincera de la realidad de
nuestras parroquias, movimientos, comunidades,… si crecen en extensión y en
profundidad, si suceden conversiones, si surgen vocaciones, si se fundan nuevas
familias católicas,…
Este análisis hay que hacerlo teniendo
en cuenta la “cultura” dominante en la que las ideas, doctrinas y la razón han
sido sustituidas por los sentimientos, las imágenes,…
Sin olvidar que quien salva es Cristo y
Su Iglesia, será bueno repensar cómo es y cómo funciona la estructura de la
Iglesia de tal manera que, desde la plataforma básica de las parroquias y
bebiendo de la fuente insustituible de los sacramentos, abramos caminos para
facilitar la conversión de las personas que se produce en el encuentro personal
con Jesucristo y que se vive en la comunidad de la Iglesia, preferentemente en
la parroquia.
Evangelizar requiere una vida
comunitaria más cercana en las parroquias con la creación de pequeños grupos
donde poder compartir la oración, donde formarse en la doctrina del Evangelio y
donde encuentre también el cauce y el respaldo para la acción evangelizadora. Pequeñas
células donde se pueda compartir la experiencia de Dios, las ideas, la vida y la
acción. Este es el camino más seguro para seguir a Jesucristo en Su Iglesia. En
estos pequeños grupos, en estas células, cada uno experimenta también la
presencia y acción de Dios en su vida, en la vida de su pequeño grupo y en la
vida de la comunidad parroquial.
Seremos fecundos en la evangelización si
nos centramos en estas pequeñas comunidades vivas, abiertas, acogedoras, multiplicadoras,…
en las parroquias y bajo la orientación del obispo diocesano. Seremos fecundos
si centramos toda la vida y acción –personal, comunitaria, parroquial y
diocesana, en la celebración de la Eucaristía, en la confesión, en los momentos
exclusivos de oración y encuentro con Cristo vivo y contemporáneo nuestro.
Seremos fecundos si nuestra parroquia tiene como actividad prioritaria la
adoración al Santísimo de forma periódica.
Seremos fecundos si, desde la realidad
cercana de la comunidad parroquial, mantenemos una visión diocesana de servicio
eclesial a Jesucristo y a Su Iglesia desde la fidelidad efectiva y afectiva al
obispo diocesano.
Desde estas premisas básica e irrenunciables
habrá que cambiar todo lo que sea necesario y no mantener “actividades” que no “convierten”,
que no facilitan el encuentro con Dios y el descubrimiento de la fe; que no
muestran a la Iglesia, a la parroquia, como el hogar de acogida para la vida comunitaria
y el lugar para el crecimiento en la fe. Generalmente el problema no es
cuestión de métodos sino de la vida de los agentes que demasiadas veces no es
coherente con la doctrina que muestran. Teniendo convertidos dispuestos a
evangelizar, es decir a hablar no de lo que saben sino de lo que les ha
pasado y de cómo viven por la gracia de
Dios, podemos ir pensando en actualizar métodos, en preocuparnos por mostrar
una imagen atrayente de nuestras parroquias y comunidades; de ofrecer música
católica actual que conecte con los gustos contemporáneos, …
Pero sin olvidar que será Cristo (no
nuestras presuntas habilidades y novedosos métodos) quien multiplique las
células (pequeños grupos alrededor de las parroquias) que harán visible y
atrayente el mensaje de la Iglesia, porque se hará por medio de “otros Cristos”,
por medio de personas convertidas y transformadas por la gracia de Dios.
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