Plática de
Boda
Nuevos esposos: Me habéis
invitado a dirigiros la palabra en este día solmene de vuestra boda, y yo no sé
deciros otra cosa que la plática que vosotros me predicáis a mí. Porque vuestra
boda, toda boda, es el mayor panegírico de la sabiduría divina, el mayor argumento
apologético de la existencia de Dios.
Un reloj dicen que proclama la
existencia de un relojero, un cerebro electrónico la existencia de un sabio
inventor. Pero el reloj no puede producir relojes, el cerebro electrónico no
puede procurarse un sucesor sin una nueva intervención del que lo formó.
Dios creó al hombre rey de la
creación, pero una vez formado el Creador se ocultó, y tan se ocultó, que en
nuestra pequeñez, en nuestra ceguera, no faltan quienes digan que Dios no existe, cuando precisamente en
ese ocultamiento está el máximo argumento de su necesaria existencia, por haber
dado al hombre un ser tan perfecto, que sin su nueva intervención haya existido,
exista y existirá cuanto dure el mundo.
Pero no es esto solo. Si el
hombre produjese a otro hombre, un ser a otro ser, con ser difícil y
maravilloso, todavía no lo sería tanto. Pero el colmo de las maravillas está en
que Dios ha hecho depender la aparición de nuevos seres de la coincidencia de
dos voluntades, de la armonización de dos poderes, de la sintonización de dos
facultades, alarde de organización y lujo de solución de problemas que sólo un
Dios infinito se puede permitir.
Porque los problemas que esta
realidad plantea no tienen fin: problemas de índole espiritual, como la
atracción del amor; problemas de índole afectivo como la inclinación de la
simpatía; problemas de índole temperamental, como la complementación de los
caracteres; problemas de índole social, como la tendencia que todo ser humano
siente a la compañía; problemas de índole psicológico, como la necesidad de
compartir nuestras penas y nuestros goces con un corazón querido; problemas, en
fin y sin fin, de índole biológico, anatómico y fisiológico, a todos los cuales
dio Dios una solución tan adecuada, que parecen no ofrecen dificultad.
Por eso consideraos como
instrumentos de Dios para los fines de su Providencia, y convertid vuestro
hogar en un templo, donde el incienso sea vuestro amor, donde los ángeles sean
vuestros hijos, donde las flores sean vuestras virtudes, donde la iluminación
sea vuestra fe tan viva que vea siempre a Dios presente en los hechos
ordinarios de vuestra existencia.
Hubo una madre que vio un día
sacrificar a sus siete hijos ante sus propios ojos. Fue la madre de los siete
hermanos Macabeos. Los había puesto en la alternativa de renegar de Dios o
morir. Y la madre, para sostenerlos en aquella hora suprema, les decía: Mirad,
hijos, que yo os llevé en mi seno y por eso me llamáis vuestra madre, pero
tenéis otra Madre mayor, porque yo no sé cómo se os comunicó la vida que
tenéis, ni cómo se formaron ni pegaron vuestros miembros. Esa otra Madre y
Padre al mismo tiempo –que es vuestro Creador y vuestro Dios- es el que os dio la
vida y es el que formó vuestro cuerpo por mi medio. Sedle siempre fieles y
agradecidos y devolvedle cuanto Él os dio. Y hoy los siete hijos con sus padres
gozan todos juntos de Dios en el cielo.
Que esta fe firme e iluminada os
sostenga siempre en vuestra vida en lo fácil y en lo difícil.
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(Plática del P. Enrique Basabe Terreros en la Boda de Antonio Manuel
Sánchez Bullón y María Josefa Sánchez Jato. Salamanca, 30 de agosto de 1956.)
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